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jueves, 21 de noviembre de 2013

cuento de ciencia ficción Gualberto



Les comparto mi cuento de ciencia ficción de tiempo tal vez tome algunas frases que he escuchado de algunos compañeros espero no se molesten gracias.




Los abuelos y su línea de tiempo

Era el 20 de noviembre de 2030 según el abuelo Fermín un hombre fuerte, ya cumplía la edad promedio de vida que era de 80 años por aquellos tiempos, comúnmente decía con una resignación que hasta te hacía reír (¡haaa! mijo ya estoy viviendo tiempo extra, tal vez para el mundial siguiente ni siquiera llegue a las eliminatorias), por aquellos días los autos de levitación se estaban fabricando y el gobierno creo el departamento de tráfico aéreo para automóviles, que por cierto sigue vigente, años más tarde las comunicaciones estaba cambiando la internet se había transformado en la ultrared, la televisión era por medio de proyecciones holográficas decía que las reporteras se bien tan bien que la abuela procuraba no poner el canal de noticias pero al final ponía las novelas que era todavía peor, pero decía el abuelo que lo único que no había cambiado eran las reglas religiosas (ser católico tiene sus ventajas mijito, pecas te confiesas cumples tu penitencia y vuelves a empezar) 

Pocos años después un grupo de desarrolladores tecnológicos habían hecho comunicación en tiempo real con las colonias del planeta marte para esto ya habían pasado 70 años, en los zoológicos ya se exhibían dinosaurios que se clonaban en los laboratorios de la Universidad Autónoma de México y la abuela Ray le decíamos así porque se llamaba Rayda como su biscabuela como decía ella que en realidad quería decir bisabuela, era una santa no se le escapaba ni 20 centavos del cambio cuando mandaba a comprar a la tienda, pero bueno, se persignaba al ver semejante animales caminar de nuevo en la tierra y con voz rasposa y enérgica que le caracterizaba decía (¡Estos hombres se creen dios! Pero ya estarán frente a el altísimo y si me adelanto le daré malas referencias de estos hombres y que se achicharren en el fuego eterno ¡Santo niño de atocha ya peque! Decía atemorizada, pero siempre quedaba el arrepentimiento que ya me contaba el abuelo.

Para cuando el abuelo había muerto Marte ya tenía 5 colonias y una estructura social sólida y progresista, las últimas palabras del abuelo que nunca se dio por vencido, seguía siendo como siempre lo recodaremos, fueron (¡Mijo me debes un viaje a Marte y voy a regresar por este! no sé cuándo por que por lo pronto voy a cambiar de domicilio. A la mañana siguiente el abuelo había muerto y al siguiente día lo cremamos y derramamos sus cenizas a orillas del rio Mixteco a unos cuantos minutos de nuestra población.

Gualberto Ramírez Arenas
 

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